Cuando familiares y amigos nos visitan,
nos vemos forzados a evolucionar y a adaptarnos. Asimilamos sus prácticas así no queramos, y ellos también, se apropian e imitan nuestras idiosincrasias.
En un crisol de culturas, es difícil distinguir quien está presente. Yo me convierto en ellos y ellos cada vez se parecen más a mí.